Los actores del viento
- Óscar Tanat
- 2 ago 2016
- 5 Min. de lectura
Eugenio Barba vino a mostrar que la investigación teatral, en su sentido antropológico era, y es, capaz de brindarle al actor diversas perspectivas de su propia formación y trabajo. Así, mediante el encuentro con las artes escénicas —y las técnicas de movimiento corporal cotidianas— de tradiciones distintas a la europea, se han hallado fundamentos que han transformado las pautas y mecanismos del aprendizaje escénico.
Sigo pensando que en México no hemos explorado en ese sentido lo suficiente pese a que vivimos en un país multicultural que, por ende, contiene distintas concepciones del mundo, del cuerpo… y claro, de la representación — si es que por el momento podemos seguirla llamando así. Pienso que hoy es necesario recurrir a la investigación antropológica para hallar no un teatro que se nutra de lejanas tradiciones de otros países y/o continentes, sino para hallar en las raíces de la cultura mesoamericana los principios que nos ayuden a resignificar —que no a renovar, pues sería muy pretencioso— los principios que sirven de apoyo a las artes escénicas. En suma “re/crear la tradición”.

Uno de los obstáculos que de principio se nos manifiesta en esta búsqueda es el de la supuesta muerte de las tradiciones escénicas locales luego de que los españoles arribaran a este continente. No encontramos en Mesoamérica los teatros milenarios gestados en oriente y que han acumulado un saber que los coloca ya en el rango de las grandes disciplinas. No sabemos si existieron o no técnicas asociadas a la representación, y en todo caso lo poco que sabemos lo sabemos por escrito y no por experiencia directa de las artes escénicas— que es su principio elemental. Quedan sin embargo manifestaciones culturales propias de los pueblos mesoamericanos que sobreviven en pensamiento y praxis en muchas comunidades: las cosmovisiones. Es allí donde podemos hallar los conceptos que resignifiquen, por ejemplo, la noción de respiración.
Cualquier artista escénico sabe que la respiración es un apoyo fundamental en su quehacer. El teatro como hoy se practica ha recurrido a principios heredados del yoga, el canto, la meditación, entre otras disciplinas lejanas a nuestra geografía. Sin embargo, en Mesoamérica, la que es milenaria y hoy persiste, hay, al respecto, un concepto que podría nutrir el trabajo del actor si encontramos un mecanismo que lo lleve a la práctica para “insuflarle” otra forma de vida al actor: el viento
El concepto mesoamericano de viento que mayor circulación tiene entre los profanos, viene de los nahuas; Ehecatl es a su vez la palabra viento y al mismo tiempo designa a un dios cuyo soplido pone en marcha la existencia; otorga pues el aliento vital que permite a los seres cobrar vida. Ehecatl además tiene una manifestación humanoide en los códices nahuas con un atavío y una postura corporal específicos. ¿Será esta una postura que nos sirva de inicio en el entrenamiento actoral para entender este concepto? Esperen, me estoy adelantando.
Entre los mazatecos jtao es la palabra que designa al viento. Jtao o jnzi njtao es considerado además como uno de los padres fundadores del mundo: es él el que trae la lluvia y quién además trae consigo las almas de los muertos en el mes de noviembre y se las lleva de vuelta al cerco donde los muertos habitan. A nivel lingüístico la raíz de la palabra es jta, que significa “aliento” y que se vincula tanto a la voz, como a la respiración y a la vida. De tal modo que respirar se dice kjen tja “jalar aliento”, y voz tja hen “aliento lengua”. Entre los mazatecos se dice que los chamanes trabajan con el viento, se valen de él para transportar efectos curativos o maléficos a distancia. Según algunos informantes estos chamanes, a fin de adquirir esa habilidad, deben hablar con jnzi jtao “padre viento” para que les brinde sus favores y así puedan moverse a través de él.
También entre los chinantecos koo guij es respirar (jalar viento), y entre los tacuates se repite la formula con el concepto xita tati. Al respecto de los tacuates hay que puntualizar que tati es la misma palabra para voz, de tal modo que jalar viento y jalar voz son un mismo concepto que en la praxis se traduce como respirar, una acto asociado lingüísticamente a la voz. Los tacuates asocian además al viento con un nahual, aquel ser humano capaz de transformarse en viento para ejercer sus poderes en el terreno de lo inaccesible para el ser humano común. No es gratuito que el fundador histórico de Zacatepec, asentamiento histórico de los tacuates sea el señor 4 Viento, por su nombre calendárico. Aquí vale la pena señalar que viento es también uno de los nombres asociados al calendario sagrado mesoamericano.
Muchas son también las culturas mesoamericanas que asocian al viento con el origen de distintas enfermedades, de ahí que hoy incluso en las ciudades se habla de un mal aire como causa de enfermedades. Algunos curanderos zapotecos de la sierra de Oaxaca creen que el mal de ojo y el espanto se asocian a este elemento, como si el aire tuviera una suerte de vida propia.
El lector que me ha seguido hasta aquí se preguntará que a dónde voy con todos estos conceptos si no es que he sido lo suficientemente obvio como para aterrizarlos sobre la praxis teatral. Primero, si entendemos, como ya lo dije, que la respiración es un punto de apoyo fundamental en el quehacer escénico, y si la formación escénica viene además acompañada de una excitación de la imaginación del actor con respecto a todas las acciones que realiza, encontramos en el viento mesoamericano una ruta que quizá nos permitiría reconceptualizar el concepto de respiración. Le llamaré, para no confundir al lector, viento-respiración.
En la práctica he explorado de primera mano, con los tacuates y los serranos, la eficacia de instalar estos conceptos en la imaginación del actor para su entrenamiento. Los puntos esenciales son: 1. La idea de “jalar viento” y por ende la entrada de ese nahual, o padre, en el organismo para provocar un estado energético; 2. La asociación directa entre respiración y voz como un solo proceso y no dos, ya que inhalar viento insufla vida, permite pues la expresión de la vida en la voz; 3. La idea de que la respiración “el viento” conforma un mecanismo capaz de operar a distancia para hacer el bien o el mal, en este caso modificar al espectador; 4. La vinculación entre viento-respiración como ente autónomo que insufla el aliento vital; y 5. La consciencia de que si viento- respiración es capaz de traer y llevar el alma de los muertos, sirve entonces como principio para invocar y disipar energías invisibles en el espacio escénico.
Vale la pena señalar que según los cronistas de las culturas precolombinas, tanto Ehecatl, como otros dioses, podían manifestarse en los humanos. Es decir, el humano-sacerdote que se viste como Ehecatl y se mueve como él, se transforma literalmente en él y adquiere su fuerza. Se transforma pues en el dios del viento, tan sutil que puede inflamar el fuego, o tan imponente que puede arrasarlo. Entre los tacuates supe que algunos nahuales de viento recurren a pararse de cabeza como principio para la transformación. ¿Significa esto que podemos descubrir en las prácticas rituales algunos principios corporales que nos lleven al entrenamiento psicofísico de este concepto? Pienso que también valdría la pena explorar las posturas corporales asociadas al viento en los códices.
Lo cierto es que la exploración de una técnica que permitan al actor concentrarse en estas potencialidades de la respiración nos daría, quizá, una forma de entender de otro modo el proceso respiratorio, más allá del desarrollo de un apoyo que represente una potencialidad en la representación. De principio basta con transferir el concepto viento-respiración a los ejercicios habituales del entrenamiento actoral, influir en la psique del actor para resignificar los ejercicios y obtener algunos resultados Quizá el siguiente paso sea solamente, asumir las consecuencias.
oscartanat@hotmail.com
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