Visita a un escenario post-catástrofe
- Rafael Alfonso
- 27 jun 2016
- 4 Min. de lectura

Nochixtlán está situado en un punto estratégico de la red de carreteras de Oaxaca. Es el penúltimo acceso y caseta de cobro de la autopista antes de llegar a la ciudad capital del estado. A pocos metros de ahí, la carretera federal muestra sin pudor una falta de mantenimiento injustificable. Ambas vías durante más de una semana habían sido objeto de bloqueos que se intensificaron a raíz del rumor del desalojo inminente de manifestantes del zócalo de la ciudad de Oaxaca, y de los enfrentamientos en varios puntos del Istmo de Tehuantepec. El bloqueo de Nochixtlán forma parte de muchos otros bloqueos carreteros que a lo largo y ancho del estado de Oaxaca han sido establecidos por la CNTE y sus simpatizantes, con todas las consecuencias que esto trae para el comercio, el abasto, el transporte y la vida cotidiana de los oaxaqueños. Como en toda tragedia, la soberbia juega un papel fundamental pues estas son las medidas con las que la CNTE corresponde ampliamente a la política de “oídos sordos” a la que el Gobierno Federal ha recurrido en el tema de la Reforma Educativa.
A casi una semana de los violentos acontecimientos del pasado 19 de junio (el enfrentamiento en Nochixtlán, Oaxaca), me encuentro de visita en el lugar de los hechos. A un costado de la gasolinera se erige la ahora icónica "Vulcanizadora Reyes". Una postal que ha dado la vuelta al mundo ubica a elementos de la policía federal parapetados tras sus muros y apuntando un arma contra un blanco que está fuera del cuadro. En Nochixtlán se vive la sensación de estar en un lugar donde se ha dado un golpe de energía tan grande que sólo ha quedado una calma inestable, pronta a romperse con cualquier alarma. Las sirenas de las ambulancias, el sobrevuelos de helicópteros y los toques de campana de la iglesia se escuchan con cierto sobresalto. Los vecinos son amables, aunque no tan fácilmente sueltan prenda de una dirección; primero te checan preguntándose internamente cuáles son tus intenciones, y hacen bien.
En Nochixtlán se cuenta, a raíz del lamentable incendio de un camión que transportaba pollos en pie, que aunque el pollo se incendie por completo, las patas permanecerán enteras. Interrumpiré abruptamente este recuento para anotar que los pobladores atribuyen toda atrocidad (como la anterior) a las “fuerzas federales” (un término que se usa por economía pero que también incluye a los policías estatales que les acompañaban); por su parte el gobierno, como deja claro cualquier noticiero, atribuye todo acto atroz a los manifestantes (otro término complejo que incluye a maestros de la CNTE, simpatizantes y pobladores de Nochixtlán y varias localidades aledañas que tras las primeras agresiones se sumaron espontáneamente a la refriega y a las tareas de auxilio). El Gobierno y los manifestantes se acusan mutuamente de hacer uso de "infiltrados" (grupos violentos cuyo único fin es crear caos y desestabilizar a un conflicto que ya de por sí, era peligrosamente inestable). Nochixtlán, poco a poco intenta salir del estado de shock. De ser un pueblo tranquilo y pintoresco, hoy se ha convertido en un punto álgido en la geopolítica oaxaqueña. A un paso de la población, existe un paisaje ruinoso de vehículos siniestrados por el fuego, chatarra informe y ahumada. Las primeras huellas de la desmesura consciente, la catástrofe social. Estas son las señales que ahora reciben a los visitantes causando la inquietud propia de las ruinas.
Se anticipaba que más tarde o más temprano, los Gobiernos Federal y Estatal, se verían obligados por distintos clamores, de medios, empresarios, y de ciudadanos afectados, a liberar las vías bloqueadas. Pero lo que en algún momento tenía que ocurrir, ocurrió precisamente en Nochixtlán y los pobladores no ven en ello ningún privilegio, antes bien, se sientes vejados, agredidos, y traicionados por sus propias autoridades como lo muestra el estado de la presidencia municipal y de algunas de las propiedades particulares del su titular, ahora prófugo de su propio pueblo enardecido. Interrumpo abruptamente porque ahora identifico dos personajes dignos de mejores tratamientos: un pueblo (a la manera de Fuenteovejuna) y un tirano que posee, como la hidra, muchas cabezas que no terminan de ponerse de acuerdo para asestar los golpes.
Si algo hay que lamentar de las explosiones de violencia es su signo trágico de irreversibilidad. Poco o nada puede hacerse para regresar al punto anterior al desastre. La vida de una generación entera de pobladores ha sido ya marcada por la experiencia del pasado domingo: las casas invadidas por el gas lacrimógeno, niñas y niños que tuvieron de ser evacuados de sus hogares para resguardarse lejos de sus padres; ocho fallecidos del poblado y localidades aledañas (recordemos que era un día de tianguis); más de 50 heridos de bala que recibieron los primeros auxilios en la parroquia y otros puestos de socorro improvisados porque la Policía Federal desalojó y cerró para su uso exclusivo el hospital. Muchos de estos heridos convalecen en sus domicilios temerosos (comprensiblemente) de ser sujeto u objeto de investigación por parte de las autoridades, ya sea como indiciados, testigos o como pruebas vivientes de aquella jornada de horror.
Al dar por terminada aquella refriega, la policía avanzó a Huitzo y de ahí a Hacienda Blanca donde también se llevaron a cabo enfrentamientos el último de los cuales cobró la vida de un joven más. De inmediato las noticias sobre lo acaecido en Oaxaca dieron la vuelta al mundo y acaso sólo por esta presión internacional, el Gobierno Federal, muchos meses después de que le fuera solicitada por primera vez, se decidió a instalar una mesa de diálogo donde la CNTE pone a consideración un pliego petitorio. Al día de hoy los bloqueos han vuelto a instalarse, y nuevos actores dan visos de querer sumar sus propios ingredientes al caldo de la inestabilidad.
La lectura del ensayo Escenarios post-catástrofe: filosofía escénica del desastre de Shaday Larios, me ha permitido dar nombre a las cosas que vi y sentí en esta visita. No será difícil distinguir que muchas de las ideas aquí expresadas provienen de su ensayo ganador del Premio Internacional de Ensayo Teatral 2010 y que fue publicado en los cuadernos de Ensayo Teatral Paso de Gato.
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