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Disquisiciones sobre los concursos de teatro*

  • Itandehui Méndez
  • 4 sept 2015
  • 5 Min. de lectura

¿Cómo insertar el espectáculo teatral en la sociedad oaxaqueña, a partir de las instituciones? Si pensamos en la fuerza del carácter civil del teatro griego, en la época de su apogeo, sabemos que se afianza gracias a tres instituciones: la coregia, el theoricon y el concurso.


Solo para recordar lo que “todomundo” ya conoce, la primera es una obligación impuesta por el Estado a los ciudadanos ricos, quienes eran sorteados cada año para encargarse de la carga financiera de un espectáculo y la jornada laboral del actor. Podríamos decir que en nuestra época: un productor, con la diferencia que era necesariamente una retribución al pueblo. Mientras que el theoricon surgió cuando Cleofón creó una subvención para que todos tuvieran acceso al teatro. Todo esto lo podemos leer ampliamente en Lo obvio y lo obtuso de Roland Barthes, donde también explica sobre la tercera institución que es el concurso, la cual, “garantiza el control de la democracia sobre la calidad (y no hay que olvidar que el control de la calidad es siempre una censura ideológica)”.[1]


Como “todomundo” sabe, los griegos fueron fans de la competencia pues crearon las Olimpiadas, sin embargo, el teatro no tiene un símil, porque pertenece a un universo de lo social, es decir, se convierte en un acto que muestra la moral, la ética, la historia y la estética, de una comunidad.

De aquí es de donde me interesa partir, acaba de suceder en Oaxaca un concurso donde entre varias obras se seleccionaban seis, de las cuales, tres obtendrían algún tipo de recompensa. Esto en principio permite mediatizar entre sociedad, creadores e institución y todos tienen la oportunidad de mirar lo que el otro propone. Por ejemplo, he escuchado a muchos espectadores hablar de la “mala calidad” del teatro oaxaqueño, esto en principio se puede convertir en un filtro para la supuesta “mala calidad” y también da la posibilidad a esos mismos espectadores que generalmente no ven teatro y no tienen referentes de lo que se hace, de observarlo, si se le llega a otorgar la difusión adecuada.


También de esta manera podría cambiar la idea de producción bajo otra posibilidad de hallar financiamiento donde se pueda sentir la oportunidad de la recuperación monetaria no solo a partir de ganar el concurso, el cual tendría que considerar el valor real de una producción, sino de publicitarlo, de darle mayor peso social, del reconocimiento de sus participantes, etc. Todas ellas estrategias a construir.


Pero más importante que un cambio en términos económicos es propiciar, mejor dicho, alentar las estéticas y poéticas escénicas locales, al hablar a una sociedad determinada sobre sus procesos históricos y sociales, frente a frente, como se pudo ver en las obras participantes que hablaron sobre la violencia de género, el secuestro, las preferencias sexuales, la migración, las tradiciones, la identidad y las preocupaciones de la infancia. Ya que las obras seleccionadas dialogaban con una sociedad en constante movimiento, aunque dirigidas a diferentes públicos, tenían esta constante de establecer un diálogo con sus espectadores, desde distintos lugares.


Además nos permite ver en poquísimo tiempo (en este caso tres espectáculos por día) varias posibilidades de teatralidad, aunque eso ya forma parte de la muestra estatal, dirán no sin razón algunos. Sin embargo, el acto de poder convertirlo en una especie de duelo, si se aprovechara adecuadamente, podría constituir en algo importante para la ciudadanía, aunque no tiene comparación con un partido de futbol, porque no, podría convertirse en una fiesta, donde el público asista para apoyar, para conocer o solo para mirar y se convierta en el destinatario principal.


Tendríamos, entonces, que reflexionar un poco más es sobre la mecánica del concurso, por ejemplo, los griegos, separaban tragedia de comedia, porque obedecen a procesos distintos, esto les permitía también establecer criterios muy definidos sobre lo que se “juzga”. En este caso no fue muy claro, cuales iban a ser los principios para definir el rumbo del concurso, de hecho la elección de obras aun con temáticas sociales eran disimiles entre sí y se dirigían a públicos diferentes, a pesar de que algunas tenían elementos comunes. No quiero decir con esto que se deba optar por hacer apartados de géneros, que además ya no se puede juzgar así el teatro, pero si ofrecer mucha claridad sobre los criterios que se revisarán, para no dejar dudas de la elección de quienes compiten hasta quienes ganan. Y todo ello debe suceder con cierta antelación, pues en principio se dio a conocer el resultado general fuera del tiempo establecido por la propia convocatoria, lo que crea dudas, que pueden ser herradas pero finalmente la transparencia en tiempo y forma da certezas.


Otro elemento que me parece importante es instituir un jurado a partir de tres niveles: voz que representa al espectador común, jurado especializado radicado en Oaxaca y un jurado especializado de fuera de la ciudad. De esta manera podría suceder que el espectador no especializado cree un lazo como sociedad con su espectáculo, dando poder al ciudadano y otorgándole un lugar privilegiado en un acto cuya naturaleza es esa. Sobre la elección de la gente que se dedica al teatro en la entidad, pues si la hubo. Y de la mirada de alguien de fuera sin relación con lo que se produce en la ciudad, permite fortalecer las posibilidades de comunicación con lo otro y también es importante. Así se crea una especie de “democracia” para el teatro. Además borra cualquier tipo de incertidumbre acerca de los resultados dados, no las posibles inconformidades personales, pero otorga mayor seguridad a todos.


Finalmente, algo muy importante y en vista de que es la institución la que hace esta propuesta, es que quien convoca podría dar mayor importancia al encuentro, duelo, concurso, para que los ciudadanos participen de este acto público, del cual pueden formar parte como espectadores, como jurados e incluso como participantes si es tanto el interés y las herramientas. Porque el teatro no tiene sentido si no se articula sobre la vida material de su sociedad, sería significativo crear la fiesta, la expectativa, la afición y le toca a la institución convocante asumir la responsabilidad de aquello que propone, darle el peso para maximizar sus posibilidades de encuentro.


31 de agosto de 2015


[1] Barthes Roland, Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, voces. Paidós Comunicación. España, 1986.


* Este texto fue escrito y enviado a la redacción el 31 de agosto, antes de conocerse los resultados del selectivo de la muestra regional zona centro realizado los días 29 y 30. El editor del blog ha tomado la decisión de publicarlo hasta el día de hoy con el fin de no interferir en los trabajos del jurado calificador del evento. Asimismo aclara que el texto se pública íntegro, sin cortes ni modificación alguna.

(Fotografías: Rafael Alfonso)


 
 
 

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